Puerto Yeruá, Entre Ríos, Argentina, Mundo.
No elegimos con quien nos topamos, no elegimos de quien nos
enamoramos, no elegimos quien aparece en nuestro camino y como una luz que encandila hace que cambies de los pies a la cabeza. No elegimos creer en lo
que creemos, porque nos lo inculcaron. No elegimos sentir lo que sentimos
porque somos seres humanos, creativos y susceptibles. No elegimos nuestra
historia y nuestro apellido, la carga que este contiene e incentiva
intencionalmente, la continua repetición de patrones. No concientizamos lo
consciente, porque así somos. Así nos enseñan y así aprendemos.
Pero sí creemos
en algo: somos dueños de nuestro destino; y sí, tenemos la capacidad de romper
con nuestro karma. Tenemos la capacidad de no repetir errores, tenemos la
voluntad para persistir en aquello por lo que ninguno apostó.
Tenemos el poder
sobre todo lo que nos rodea, y por ende, de todo los que nos rodeará. “Somos lo
que hacemos para cambiar lo que somos” me han dicho, y me digo a mi misma. No
es más que el querer ser lo mejor de vos mismo, lo mejor de lo que fuiste, lo
mejor de lo que te enseñaron debías ser; lo que hace falta para causar la mayor
de las revoluciones.