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domingo, 23 de octubre de 2016

Lleno de amor


Todo cambia cuando las cosas se hacen con amor. Desde el gusto de un plato de comida, hasta la forma de permanecer en tu silla.
Con los ojos vendados, y una sonrisa pícara, entro en el cubo que promete magia: no hay magos, de eso estoy casi segura, mucho menos amor eterno.
Es difícil, no tropezar con la alfombra que se opone a mi entrada, mi primer obstáculo, pienso. No importa: una mano recorre mi espalda y me da la confianza para continuar el trayecto. No hay cumbia de fondo, eso es buena señal. El olor a la cocina de la abuela se hace perceptible: ¿estará Marta acá?, pienso en silencio.
Los ojos siguen vendados, hace horas o hace segundos, no tengo la certeza del tiempo, pero sí de que algo bueno me pasa cuando me guían con cariño. La mano sigue detrás y puedo sentir que tiene la misma temperatura que mi cuerpo, como si de alguna manera se hubiera fusionado en mí espalda, en mi nuca, como si siempre hubiera estado allí, indicándome hacia donde ir, donde tropezar y en qué momento esquivar obstáculos que fui incapaz de percibir.
Definitivamente estamos solos. Puedo respirar, pero no me animo a sacarme la venda, es mejor estar ciega, no quiero ver. Odio las expectativas, pienso. ¿Y si no me quiere?, concluyo.
Un líquido suave y fresco recorre mi garganta, y luego todo mi cuerpo. Gracias, digo.
De a poco algo hace que todo se vuelva aun mas agradable. Es jazz, sí! Es un saxo, con muchos sonidos, con muchas notas, con músicos que las interpretan porque llevan un ángel dentro. Una mezcla de euforia, relajación y ganas de abrazar me invade el alma: quiero sacarme la venda.
Las mejores cosas son las que se hacen con placer. Solía pensar que, en realidad no es la forma de tocarte, no es lo superficial y físico lo que causa el placer, sino lo que uno transmite al ser dueño de tales sensaciones. Como una especie de señal invisible e irreconocible, podemos tocar lo mas intimo del otro, sin siquiera acariciarlo.
Así lo sentí: un beso infinito que me recorrió la mente y mi esencia, pero sin cambiarla, sin alterarla, respetándola y amándola. Porque aunque no la conocía, aunque no me conocía, había aprendido a respetar. Respetar lo desconocido no es para cualquiera, no todos pueden aceptar que hay cosas distintas, mágicas y hasta a veces fuera de la comprensión de uno. Tomarlas, y ya. Admirarlas, y ya.